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Archivos de Castilla y León
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Siendo miembro del Consejo de Castilla Juan Rodríguez de Figueroa sería nombrado Confirmador de Privilegios de todos los reinos y señoríos de la Corona de Castilla.
Las cartas de privilegio eran los documentos más solemnes de la Cancillería Real de los que se valían los monarcas para conceder privilegios y mercedes a personas e instituciones. Su confirmación, que era práctica común entre los distintos monarcas, dio lugar a otra figura documental, las cartas de privilegio y confirmación. Con una estructura diplomática similar a la de las cartas de privilegio, se caracterizaban por conceder una extraordinaria importancia al documento que debían confirmar: lo que se disponía y mandaba es que siguiera valiendo y se guardase el contenido del privilegio que se confirmaba como en tiempo de Reyes pasados, y después acá. Por otra parte, no todas las cartas de confirmación y privilegio llevaban la suscripción real, normalmente iban firmadas por los regentes de la escribanía mayor de privilegios y confirmaciones, por el canciller, como encargado de la aposición del sello de plomo, los contadores mayores (haciendo referencia al asiento de la carta en el libro correspondiente) y los contadores de hacienda.
El cargo de confirmador de privilegios resulta difícil disociarlo del de concertador pues casi siempre aparecen referidos de forma conjunta. Profusamente regulados, su número varió de tres a cuatro y tenían a su cargo el examen de las cartas de privilegio que se presentaren para su confirmación como la expedición de las cartas de confirmación. Sus decisiones debían ser colegiadas, se debían ajustar a los derechos tasados por confirmación y les estaba prohibido recibir directa o indirectamente dones o regalos de personas interesadas en las confirmaciones (Libro III, Tít. V, Ley XVII de la Novísima Recopilación).
En cuanto a la ubicación temporal del documento, tanto este como el siguiente son firmados en Augsburgo coincidiendo con las sesiones de la Dieta Imperial de los años 1547 y 1548. Convocada por el Emperador después de su victoria contra la Liga de Esmalcalda en Mühlberg, pretendía poner fin al problema religioso otorgando algunas concesiones sobre los protestantes pero haciendo prevalecer sus criterios incluso en contra de la opinión del papado.