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Los premios y la Real Academia

Con posterioridad al Nadal, Delibes obtendría los más importantes galardones del ámbito literario, como el Premio Nacional de Narrativa por Diario de un cazador (1955), el Premio Fastenrath de la Real Academia Española de la Lengua por Siestas con viento sur (1957), el Premio de la Crítica por Las ratas (1962), el Príncipe de Astu­rias de las Letras (1982), o el Premio Nacional de las Letras Españolas (1991). Más adelante, volvería a ganar el Premio Nacional de Narrativa por su última novela, El hereje (1991), y recibiría el máximo reconocimiento a la labor literaria en lengua española: el Premio Cervantes. A la muestra de ga­lardones que aquí hemos seleccionado habría que sumar muchos otros, que reflejan no solo el homenaje de las ins­tituciones, sino el respeto y el cariño de lectores españoles y extranjeros, que a lo largo de todos estos años no solo se han mantenido fieles, sino que se han ido renovando, gene­ración tras generación.

En febrero de 1973 es elegido para ocupar la silla «e» de la Real Academia de la Lengua, en atención a la riqueza extraor­dinaria del vocabulario de sus libros y a su fidelidad a la len­gua hablada y viva. Pero la toma de posesión, el 25 de mayo de 1975, fue una celebración ensombrecida por la ausencia de Ángeles, su añorada esposa, que había muerto solo seis meses antes, a los cincuenta años.

El discurso de ingreso de Delibes en la Academia, que fue contestado por el también vallisoletano Julián Marías, llevó por título El sentido del progreso desde mi obra, y se publicaría en libro como Un mundo que agoniza. Se trata de una reflexión de profundo calado humanista y ecologista cuya vigencia no deja de estremecernos. En sus primeras líneas el escritor re­conocía ajustarse mal al perfil de académico formal, y preferir el lenguaje vivo y espontáneo al gramaticalmente correcto, convencido como estaba de que la lengua les pertenece a los hablantes.