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Archivos de Castilla y León
Archivos de Castilla y León
1888, Turégano (Segovia) – 1970, Salamanca
A principios de siglo XX nuestro país vivió de manera acelerada toda una serie de cambios significativos como resultado del proceso de industrialización que se estaba viviendo en Europa desde hacía tiempo. Estos cambios, que en el ámbito de la cultura y el arte se tradujeron en una época de bonanza, alcanzaron también a las mujeres, hasta el punto de que hay estudiosos que se refieren, a la primera década del XX, como “la Edad de Plata de las Mujeres”. La revolución demográfica y el desarrollo económico crearon una ambiente más favorable a su incorporación académica y laboral. En las grandes ciudades del siglo pasado aparecen nuevos estilos de vida, los de mujeres modernas que estudian, trabajan, hacen deporte y siguen la moda. Si bien es cierto que los valores de feminidad expresados en la mayoría de los manuales escolares, así como en los cuentos, canciones infantiles, etc., no se puede decir que cambiaran sustancialmente, sí se amplió la presencia y visibilidad de las mujeres en los espacios públicos. Precisamente las maestras tuvieron un papel relevante en el logro de estos progresos.
Victoria Adrados
En este contexto, en marzo de 1913, con apenas 25 años, llegaba a Salamanca, recién graduada por la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio de Madrid, Victoria Adrados para tomar posesión de su cargo como Inspectora de primera enseñanza de la provincia. No hubiera tenido nada de singular este acontecimiento si no fuera porque hasta ese mismo año las mujeres estaban excluidas de los cargos de la inspección educativa. Y es que, efectivamente, en 1913 se publicaba un Decreto de Instrucción Pública que venía a mejorar considerablemente la Inspección de primera enseñanza con la creación de 40 nuevas plazas, diez de las cuales –una por cada Distrito universitario- debían ser ocupadas por vez primera por mujeres, dando origen a la Inspección femenina. Se convertía de esta manera Victoria Adrados en la primera (y única) Inspectora mujer de la provincia, trabajo por el que ingresaba una nómina de 1.808,52 pesetas al mes.
Las funciones que desempeñaban los inspectores eran, entre otras:
Inspeccionar las escuelas (métodos, material de enseñanza, edificios, clases, etc.); inspeccionar también las instituciones post y circumescolares del Estado o subvencionadas por él; redactar una memoria anual sobre el estado de la enseñanza en su zona; formar y tramitar los expedientes referentes a los maestros y escuelas; visitar las escuelas en construcción, oír las quejas de los maestros, autoridades y vecinos; imponer ciertas correcciones disciplinarias a aquellos; visitar las escuelas privadas, etc.
Pero había además una vertiente social del servicio que, en este caso, recayó en Victoria Adrados: gestión de los comedores escolares (llamados “cantinas”), de los roperos, colonias de vacaciones, colonias permanentes, guarderías, la llamada “gota de leche” (una institución creada para remediar los problemas de la desnutrición y la alta mortalidad infantil), etc.
Ser la primera mujer que irrumpe en un entorno de hombres no es tarea fácil, puesto que automáticamente es atribuido un cariz de precursora que puede suponer una losa para el desempeño cotidiano de las actividades asociadas a su puesto. Todas las miradas recaían en ella. Sin embargo, la “señorita Victoria Adrados”, como referían las crónicas de la época en la prensa local, se hizo pronto con la simpatía de muchos de sus colegas. Sin ir más lejos, mantuvo una excelente relación desde su llegada a la ciudad castellanoleonesa con Miguel de Unamuno, por aquel entonces rector de la Universidad de Salamanca. El mérito de Victoria Adrados consistía simplemente en hacer bien su trabajo, en intentar ir más allá de lo meramente imprescindible y, en definitiva, en demostrar su valía y conocimientos.
Tal y como reflejan las crónicas de los diarios locales, en Salamanca supuso todo un acontecimiento la actividad profesional de la joven inspectora. Sus viajes a los pueblos de la provincia para visitar sus escuelas eran recogidos puntualmente en la prensa salmantina.
Desde la óptica actual, se puede llegar a pensar que no tiene nada de extraordinaria la vida profesional de Victoria Adrados. Que fue una más en el desempeño de su trabajo como Inspectora. Y, efectivamente, fue así. Pero lo hizo en un contexto, el de principios del siglo XX, en el que las mujeres apenas tenían visibilidad. No era aún habitual que las mujeres trabajasen fuera del ámbito doméstico o rural, y aquellas que se salían de la norma eran tildadas de “modernas”, de tener “ideas avanzadas”, lo que ya de por sí era motivo de censura por parte de las ideologías más tradicionales. Y, para muestra, un botón. Sin ir más lejos, un reputado cronista de la época, bajo el seudónimo de Quilón Quilónides, escribía esto de Victoria Adrados en el periódico El Salmantino (2 de septiembre de 1915):
“No conozco a la señorita Adrados. Me han dicho que tiene ideas avanzadas. Lo siento por ella; pues en un hombre pueden significar alguna vez deseo de conseguir la verdad, pero en una mujer –y en una mujer joven- significan siempre deseos de singularizarse. Lo cual es de pésimo gusto; porque el deseo de singularizarse en el varón puede excitar la compasión, pero en la mujer excita necesariamente la risa (...)”.
A pesar de estas críticas, Victoria Adrados vivió su vida profesional ilusionadamente, sin amilanarse y participando activamente en el ambiente cultural salmantino. Dejó su impronta en el mundo de la educación, y la ciudad de Salamanca aún le rinde homenaje.
En el Archivo Histórico Provincial de Salamanca podemos encontrar documentación referida a Victoria Adrados en el Fondo documental de Sanidad y Bienestar Social, en el Fondo de la Delegación de Hacienda, en el Fondo de la Sección Femenina y en el Fondo de la Junta Provincial de Protección de Menores.
* Los datos biográficos y la fotografía de Victoria Adrados incluidos en este texto han sido tomados de la publicación "Victoria Adrados, una inspectora entusiasta en la prensa de su época", de Francisco Javier Rodríguez Méndez, incluida en la obra La prensa pedagógica de los profesores. (Ediciones Universidad de Salamanca. Año 2018).